jueves, 22 de septiembre de 2011

El tiempo vuela

Recuerdo cuando le oía decir a mi madre que el tiempo corría cada vez más deprisa. Por entonces yo no lo tenía tan claro. Me parecía que tardaba mucho en llegar la próxima fiesta, el ansiado "puente" o las vacaciones. Sólo cuando éstas se acababan tan pronto, me sugerían una reflexión.

Hoy, con mi acumulación de años, siento como nunca las palabras de mi madre y puedo añadir que más que correr, el tiempo vuela.

Viene esto a mi pensamiento en este día en que el almanaque marca el final del verano y el comienzo del otoño.

He dado mi matinal paseo por la orilla del mar de la playa Victoria de Cádiz, esa que hace nada de tiempo preparaba sus largos tres kilómetros de blanca y fina arena para recibir con el verano a los miles de bañistas que llegarían a ella ansiosos de sol y mar, y llenarían parte de su espacio de un alegre y multicolor enjambre de sombrillas.

Hace nada que vi cómo le daban los últimos toques y abrían los módulos de servicios, se ponían las torretas de vigilancia, se instalaban las sombrillas y tumbonas, se señalaban los caminos con pailas, se acotaban las parcelas para deportes, se montaban los chiringuitos que iban a abarrotarse de público hasta altas horas de la noche y se anunciaban las diferentes actividades de entretenimiento y las películas de cine que iban a poder disfrutarse desde la propia playa.

Fue hace nada de tiempo, lo aseguro.

Entonces todo estaba por llegar y hoy ya todo pasó.

En pocos días comenzarán a desmontarse las instalaciones veraniegas, y la bulliciosa y colorista playa se tornará por unos meses solitaria y silenciosa, luciendo su magnífica belleza de otra manera.

Hoy parecerá largo el tiempo que queda para un nuevo verano, pero no será así. Llegará en seguida. Me afianzo en decir que, para bien o para mal, el tiempo no corre, sino vuela.
















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