martes, 11 de octubre de 2011

Columnas y ciervos

Llevada de mi afición por los viajes, mientras recuerdo los que ya hice y sueño con los que me gustaría hacer, leo con verdadero interés algunos blogs de afortunados e incansables viajeros cuyas experiencias por diversos países me causan admiración a la vez que nostalgia.

En un blog muy cercano -el llamado "Mil sitios tan bonitos como Cádiz"- sigo las maravillosas andanzas vacacionales de Ulyfox y Penélope, una pareja de gaditanos que, con una exquisita narración acompañada de hermosas fotografías, nos hacen compartir con ellos sus vivencias viajeras, sus descubrimientos y sensaciones, y, por lo menos a mí, me hacen sentir una envidia sin límite.

Aparte de otros recorridos, recalan cada verano en Grecia y sus islas. Como los leo desde hace tiempo, sé de su enamoramiento por aquellas tierras y aquellos mares. Me pregunto: ¿Sitios "tan" bonitos como Cádiz...? Yo diría que diferentes.

Hago referencia a dicho blog porque sus últimas y recientes entradas hablan de lugares donde también estuve yo, muestran rincones que también fotografié yo... y me han traído una lluvia de recuerdos.

Por ejemplo, de Rodas.

Nosotros llegamos a Rodas en barco cuando estaba amaneciendo. Mientras nos acercábamos a la ciudad, capital de la isla, mi afán desde cubierta era divisar las dos famosas columnas que hoy portan sendos ciervos, pero que un día, según se cuenta, sostuvieron los pies de la gigantesca figura del Coloso, una de las siete maravillas del mundo antiguo, bajo la cual pasaban los barcos que entraban en el puerto de Rodas. Las esperaba ver destacando en el paisaje. Pero el crucero atracó y no había logrado divisarlas.

En el muelle había otros tres enormes cruceros, además de grandes embarcaciones, transbordadores, ferrys, yates y barcos de todo tipo. La ciudad antigua se veía completamente amurallada y varias de sus puertas daban directamente al puerto.

En visita guiada, tras ir en autobús a conocer la antigua acrópolis de Rodas situada en una cercana colina, hicimos el recorrido a pie por todo el casco viejo.

La ciudad medieval de Rodas, Patrimonio de la Humanidad y rezumando historia del tiempo de los cruzados por todas sus piedras, me pareció encantadora. Las murallas que la rodean fueron construidas por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y se conservan en perfectas condiciones con sus once puertas. Recuerdo lo que me gustaron los mosaicos de los suelos del Palacio del Gran Maestre, y sobre todo esa calle de los Caballeros, considerada la calle medieval mejor conservada de Europa, que toda ella es un puro monumento.

Terminada la visita guiada, dispusimos del tiempo libre para seguir recorriendo esas calles empedradas llenas de tiendas, bazares, restaurantes... junto a miles de turistas y bajo un sol de justicia.

Curiosamente las tres calles más comerciales se llaman Sócrates, Pitágoras y Aristóteles, y van a parar a la céntrica plaza de Hipócrates donde nos fotografiamos junto a su fuente turca. Entramos en la Mezquita de Solimán que está al final de la calle Sócrates y de nuevo formamos grupo para inmortalizarnos junto a los tres caballitos de mar que adornan la fuente de la concurridísima plaza de los Mártires Judíos.

Yo, con mi plano de Rodas en la mano, quería ir en busca de las columnas de los ciervos, cuya situación ya tenía localizada, pero mis compañeros/as de viaje, renunciaron a andar más con aquel calor, así que desistí de mi deseo y me entregué con ellos al placer de comprar. Había tantas tiendas y tanto de todo que para mi felicidad encontré allí esos detalles típicos que suelen traérseles a los familiares y que en otras ocasiones me amargan en cierta medida el viaje por quitarme tiempo o por no encontrar cosa apropiada.

Cargados de bolsas de Rodas llenas de regalos, que por cierto usan el mismo modelo en todas las tiendas, cruzamos uno de los arcos-puertas que comunican con el azulísimo mar y fuimos al barco a comer.

Tras el almuerzo no encontré a nadie que quisiera bajar de nuevo, pero yo no concebía irme de Rodas sin ver y fotografiar "in situ" las columnas que sostuvieron al famoso Coloso. Así que, con el plano de la ciudad y más de dos horas por delante, me fui yo sola a recorrer de nuevo Rodas a mi aire, con el único inconveniente de que los termómetros en esas horas del sesteo estarían cercanos a los 40º.

Disfruté de mi libertad de movimiento, recorrí diferentes calles, entré en otras tiendas, hice más compras, crucé nuevas puertas de la muralla y me encaminé a toda velocidad hacia el pequeño puerto de Mandraki con su faro y sus molinos, lugar que tanto ansiaba ver de cerca. Una vez allí me decepcioné: faltaba la columna de la cierva, que estaba en reparación, y la del ciervo no era tan alta ni tan robusta como la imaginaba. Para colmo, tras pedir a tres personas diferentes que me fotografiaran con mi cámara, comprobé que en una foto salió el ciervo y no salí yo, en otra salí yo y tan sólo el pie de la columna, y la tercera toda movida y borrosa la eliminé en el acto.

¡Qué trabajo me costó, sin prueba gráfica, convencer a mis compañeros de que al fin conseguí mi objetivo!

Al atardecer, cuando nuestro barco abandonaba Rodas e hice la foto que he puesto abajo del todo, al menos pude mostrarles desde la cubierta la situación de las famosas columnas ( en este caso, una sola) que a la llegada no supimos encontrar.







2 comentarios:

  1. ¡Qué fotografías tan claras y tan acertadas de esos lugares tan interesantes! Y ya te digo que los que no hicimos la segunda visita como tú a buscar las columnas de Rodas nos arrepentimos porque no volveremos por allí. De verdad que es una ciudad interesantísima y supercargada de historia. Al menos fotografiamos la columna y nos recreamos con tu reportaje.

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  2. Puri: Gracias por comentar.
    Yo en los viajes soy incansable. Agoto a quien me acompañe y prefiero campear por mi cuenta y ver todo lo que sea posible.
    El descansar lo dejo para cuando vuelva a casa.
    Un abrazo.

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