Habías dicho: "Ante la muerte, no daré un suspiro. Estaré apretando el barro, dejando en la arcilla la última huella".
Querido Manolo, seguro que el pasado 4 de marzo de 2010 la muerte te llegó trabajando en ese sueño.
Por Internet he visto con emoción las imágenes de tu funeral celebrado en la Catedral de la Mérida venezolana, donde residías, atestada de gente que lloraba tu pérdida, con primerísimas autoridades, no sólo de esa ciudad y de la Universidad de Los Andes donde fuiste profesor durante tantos años, sino exgobernadores y exministros del pais, que rendían honores al "más emblemático e insigne escultor que ha tenido Venezuela".
Te habías ganado el título de "Escultor de Cuatro Continentes" por la diseminación de tus obras. El pasado año te otorgaron el Doctorado "Honoris Causa" en la Universidad de los Andes. Y pocos días antes de tu muerte has visto hecho realidad tu sueño de inaugurar tu Casa-Museo.
Conociendo tu trayectoria, sabiendo de tu amplísima y valiosa obra escultórica, de las innumerables exposiciones por tantos países, de los múltiples premios y galardones obtenidos a lo largo de tu vida y del reconocimiento unánime de tu trabajo por esos cuatro continentes, me entristece comprobar el desconocimiento que hay en Cádiz, tu ciudad natal, sobre tu persona como primerísima figura de la escultura en toda América y diversos países. Algunas obras son tan monumentales como la de "La Virgen de la Paz", una escultura mirador que se alza en la ciudad venezolana de Trujillo a 1700 m de altitud, con 46 m de alto, 18 de ancho y 1200 toneladas de peso, considerada -junto a la estatua de la Libertad de N.Y.- la más grande escultura habitable de América.
Pues si, estoy hablando del escultor Manuel De la Fuente, nacido en Cádiz hace 77 años en la calle Cruz, nº10-2º, donde vivió sus primeros veintiseis años.
Cuando era un adolescente, le hicieron una entrevista en "Diario de Cádiz" porque ya destacaba y había sido premiado en la Escuela de Arte, y entre otras cosas dijo: "Trataré de superarme al máximo y procuraré poner muy alto el nombre de Cádiz".
Y bien alto que lo pusiste, Manolo, pero en Cádiz lo sabe muy poquita gente.
Tal vez un día tus paisanos te descubran en las muchas páginas de Internet que muestran tu vida, tu obra y tu amor por Cádiz, y te dediquen tardíamente el reconocimiento que mereces. Pero tú ya no te enterarás.
Manolo, yo te conocí siendo muy jovencita, cuando viniste de Venezuela la primera vez, y luego nos seguimos viendo cada vez que regresabas a tu patria chica a ver a tu familia y a reunirte con tus amigos, con uno de los cuales yo andaba de amores.
Un grupo de amigos llenos de inquietudes culturales que como tú sentían la llamada del arte en sus diferentes facetas y que en aquella difícil época no encontraban manera de expansionarse y hacer del arte su profesión, como eran Fernando Q, Rafael S, Juan Antonio C, Luis B, Enrique G, José Antonio V, Diego S. Celso E, ... y tantos otros que tuvieron que salir de Cádiz para demostrar su valía.
Venías con Maruja, la novia que dejaste en Cádiz, y que cuando las cosas te empezaron a marchar bien, llamaste a tu lado celebrando la boda por poderes. Era muy guapa, de piel blanca y ojos claros que contrastaban con tu físico de cabellera negra y cejas muy pobladas. Su cuerpo lo veíamos reflejado en los Catálogos que traías de tus obras, donde dominaban los desnudos: su desnudo, entonces.
Yo, tan ingenua, sentía un poquito de pudor ajeno.
En un viaje viniste tú sólo a ver a tu padre, que tenía una hermosa carpintería-ebanistería en la calle Sacramento, donde hoy hay una Galería de Arte.
Ya había nacido por allá tu primera hija, Mª Jesús, y recuerdo que todos los muñecos y juguetes que veías por los escaparates se los comprabas sin reparar en precios. Cuando aquí andábamos "a la cuarta pregunta" tú nos deslumbrabas con tus invitaciones y regalos. Se veía que estabas bien situado y habías triunfado de lleno.
Compraste un piso en la zona de La Laguna, ya que tu mujer añoraba mucho Cádiz y quería venir con más frecuencia.
Luego nacería tu segundo hijo, un niño al que pusiste el nombre de Fidias. Al saberlo, recuerdo que me releí toda la vida y obra del escultor griego para comprender tus buenas y sobradas razones para ponerle ese nombre a tu hijo.
Fuisteis echando raíces allá y perdiendo familia acá, por lo que Maruja poco a poco fue distanciando los viajes.
Tú sí lo hacías periódicamente. Y buscabas a los amigos. A mí me encantaba oirte hablar con acento venezolano recordando las anécdotas de tu infancia en Cádiz. Cuando con 4 o 5 años le sacabas la miga al pan y modelabas figuritas para el Belén o hacías toros, que eran tu pasión. Cuando os bañábais en La Caleta y os tirábais del puente-canal. Cuando, teniendo unos 10 años, expusieron en un escaparate de tu barrio de La Viña una escultura que habías hecho de un rejoneador a caballo haciendo el quite a un toro, que dejó a todos tus vecinos pasmados con tu arte. Cuando de mozalbete, deseando con todas tus fuerzas ser torero, te escapaste con varios amigos una noche para ir a un tentadero... Sentías a Cádiz en el alma.
Otra vez que viniste ibas camino de Carrara para encargar mármol y te llevaste contigo a dos amigos a recorrer Italia. En otra ocasión os fuisteis por Marruecos. Aún tengo algunos de los regalos que me traías.
Eras sencillo, entretenido y gran conversador. Sobre los libros y catálogos de tus obras nos dabas buenas lecciones de arte. Íbamos sabiendo cómo se valoraba tu trayectoria como profesor de Univesidad y cómo se te multiplicaban los encargos y subía tu fama como artista creador. Tus obras en barro, mármol o bronce eran solicitadas y se iban extendiendo por diversos países.
En otro momento, compraste una casa grande por Conil con el deseo de montar aquí también tu taller de escultor y la ilusión de poder vivir medio año acá y medio allá, así como lugar ideal para cuando te llegara la jubilación.
Pero, aparte de la magnífica escultura que hiciste al torero Ruiz Miguel o el espectacular grupo escultórico que como homenaje a "Paquirri" se colocó junto a la plaza de toros de El Puerto de Santa Mª, no recuerdo que tuvieras importantes encargos por esta tierra.
En 2005 propusiste al Ayuntamiento de Cádiz hacer un monumento a Falla, pero los bocetos que expusiste parece que no gustaron.
Hoy me queda la gran pena de que en las últimas veces que has estado en Cádiz, por diversas circunstancias, no he coincidido contigo, aunque conocía tu presencia, estaba al corriente de tus pasos y sabía que tú preguntabas por mi.
Manolo, como artista vivirás para siempre en tus obras, pero como amigo es muy triste decirte adiós y saber que no te tendremos más entre nosotros.
Descansa en paz.
Neli, me encanta tus vivencias, como las cuenta, me hace metereme en tus historias me emocionan mucho, me encanta como escribe.
ResponderEliminarUn Saludo
Gracias, Mª Jesús.
ResponderEliminarTambién leo tu Blog y me entretiene mucho todo lo que cuentas de las cosas de Cádiz.
El mío, al ser más personal, lo llevo más lento y le dedico menos tiempo de lo que necesitaría.