Una vez más, pero cada año antes, llegó la Navidad con su carga de sentimientos y emociones.
Porque a pesar del consumismo en el que hoy se han convertido estas fiestas y de que en la mayoría de los hogares se derrocha en comidas y regalos, el ambiente navideño invita a hacer en estos días un ejercicio de reflexión interior y a dirigir nuestro pensamiento a los más desfavorecidos de la sociedad, a los que viven en soledad y a los que les falta la salud.
Si después de ello podemos aportar nuestro pequeño granito de arena para ayudar a conseguir un mundo en paz, más justo y solidario, estaremos dando sentido a la Navidad.
En estos días siempre me vienen al recuerdo con nostalgia las navidades de mi infancia. Entonces había otros protagonistas: no existían los hijos de hoy, pero sí esos queridos padres de ayer y de siempre.
Eran días intensamente familiares. A casa llegaban por vacaciones mis dos hermanas mayores que estudiaban fuera y la familia volvía a verse completa y unida.
Recuerdo los ricos y novedosos olores que salían de la cocina presagiando comidas especiales en una época en la que los menús diarios eran muy simples y repetitivos, así como esas fuentes repletas de roscos rebozados de azúcar, o de buñuelos, o de fretillas, que hacía mi madre.
Recuerdo también las sesiones de villancicos y canciones regionales que las cuatro hermanas, a dos voces, ofrecíamos a los varones de la casa, en las sobremesas nocturnas, y que a mí me sonaban como perfectas corales.
No olvido tampoco la diversión que se producía con los juegos de mesa en los que participábamos toda la familia.
Se respiraba mucha alegría y calor de hogar.
Recuerdo aquellas misas del gallo en San Felipe Neri donde, entre las varoniles voces de los marianistas, surgía el espectacular "solo" que hacía un niño cantando una nana: "A la nanita nana, nanita, ea, mi Jesús tiene sueño ¡bendito sea!"
Y recuerdo ¡cómo no! la espera y llegada de los regalos de los Reyes Magos tras un larguísimo año de acumulados deseos y sueños. En este caso he de reconocer que siempre me defraudaron, por creer tanto en ellos. Nunca me trajeron mi ansiada "Mariquita Pérez".
Los recuerdos son una riqueza para el espíritu. Las navidades que vivamos hoy también las recordaremos un día con nostalgia. Intentemos que sean dignas de recordar.
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!
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