sábado, 30 de abril de 2011

San Francisco, 23

Paso a menudo por su puerta y sigue ahí cerrada a cal y canto.

Aún no se sabe cual será el nuevo uso que le darán al histórico edificio sito en el número 23 de la céntrica calle San Francisco de Cádiz.

Sobre la puerta se lee "Instituto Santa María del Rosario", lo que fue hasta hace unos años, pero para mí será siempre el Instituto Columela de mi adolescencia.

Nunca comprendí por qué en su día se llevaron ese nombre al nuevo centro que edificaron junto a las Puertas de Tierra, si este edificio seguiría siendo Instituto público de Enseñanza. Pero así fue.


Yo estudié bachiller -de 10 a 14 años- en el Instituto Nacional de Enseñanza Media "Columela" de la calle San Francisco.

Aunque por el paso de tantos años transcurridos, muchos recuerdos se han difuminado en la memoria, otros se mantienen suficientemente claros con vivencias inolvidables de esa parcela tan importante de la vida como fue, en mi caso, el paso de niña a joven.

Fue la época del despertar a la vida, de la primera pandilla de amigas, de los primeros amores...

Fue el contacto con unos profesores de gran calidad y categoría profesional que nos abrieron el horizonte de la mente y nos mostraron el amplio abanico del saber.


Aún tenía nueve años de edad cuando hice el examen de Ingreso. Inundé de lágrimas la hoja de examen al comprobar que la cuenta de dividir por tres cifras no me salía. Sabía que esta larga operación de dividir y la ortografía del dictado eran lo que más puntuaba para aprobar. Una profesora del tribunal, Dª Pilar Cortiles, me consoló y me dijo que la repitiera al lado. Esta nueva oportunidad me salvó.




Cuando entré en el Instituto, las chicas íbamos por las tardes de 3 a 8 y los varones por las mañanas y algunas tardes. Ellos tenían el recreo en el patio y nosotras en la azotea. La saturación del único centro público de segunda ensañanza en Cádiz era evidente.


Desde mi barrio, en extramuros, iba andando con otras niñas. Procuraba llegar pronto para, antes de entrar, comparar los ejercicios de lengua, los problemas matemáticos o las traducciones de latín o de francés... lo que tocara a primera hora, ya que luego disponíamos de dos sesiones de estudio separadas por el recreo, donde podíamos prepara mejor las siguientes clases.


Para tan temprana edad, las asignaturas eran muchas y fuertes, los libros de texto densos y áridos y el profesorado casi más propio de universidad que de críos tan jóvenes y sin apenas estudios previos, por lo que había que esforzarse y estudiar muchísimo ya que los suspensos y las repeticiones de curso abundaban.


La disciplina, el orden y el respeto se daban por descontado. El director era D. Julio Monzón, cuya presencia ya imponía, el Jefe de Estudios D. Bernardo Perea y el secretario D. Ángel Martínez Rojo.


Nos hablaban de usted y nos nombraban por apellidos. El listado de alumnos no contemplaba el orden alfabético.


Recuerdo a todos los profesores que había entonces en el Columela y siento orgullo de haber recibido clases de personas con tanta categoría profesional como Dª Pilar Martínez en Matemáticas, D. Julián Alonso en Ciencias, D. José Botella en Física y Química, el Padre Ramón en Religión, el Padre Montesinos en Latín, D. Rafael Picardo en Francés, D. Miguel Martínez del Cerro en Literatura, D. Eduardo Vasallo o D. Francisco Prieto en Dibujo, Dª Elisa Ávarez y su marido D. Vicente Cascant, y algunos otros... y, por supuesto, no puedo olvidarme de la temible Dª Carmen Roca en Geografía e Historia.


Contar cosas de esta señora, con su repetitiva frase "¡Mucho mapa, mucho mapa!" necesitaría un capítulo aparte. Como referencia diré que actualmente, cuando han pasado tantísimos años de aquello, en algunas reuniones de mi familia, a una de mis hermanas y a mí, nuestros hijos por entretenimiento y por poner a prueba nuestra memoria, nos bombardean preguntando los partidos judiciales de cualquier provincia española, los ríos, cabos o golfos de cualquier continente, las elevaciones de cualquier cordillera de la tierra... y ahí estamos las dos hermanas recitando de memoria todo aquello que Dª Carmen Roca nos hizo estudiar y machacar hasta la saciedad sobre el mapa -¡siempre sobre el mapa!- allá en nuestra niñez.


También teníamos algunas mañanas, en otro edificio, las clases complementarias de formación política, enseñanzas del hogar, música y gimnasia. El trío formado por Dª Adela de la Corte, María Martínez y Mª Luisa Carlier nos preparaban también para cantar en coros, realizar tablas de gimnasia y bailar en la fiesta de fin de curso que se celebraba en el Teatro Falla o en el Andalucía.


Para las competiciones nos prestaban uniformes. Eran "pichis" de color azul marino con las iniciales I.C. en blanco. Estaban guardados en baúles donde rebuscábamos para encontrar nuestra talla.

Yo fui una mediana estudiante. No saqué notas brillantes pero me sentí muy feliz cada mes de junio cuando al recoger el azulina Libro de Calificaciones veía todas las asignaturas aprobadas y hasta algún que otro notable o sobresaliente. Eso de que no quedara nada para septiembre era dificilísimo de conseguir.















Al terminar cuarto curso de bachiller, mi plan de estudios contemplaba además una Reválida. Para ello venía expresamente un tribunal de Sevilla a examinarnos.

Los mismos profesores del Instituto nos prepararon intensamente para esta prueba con clases extras de repaso a los que habíamos acabado en junio. Entonces sí compartimos aula chicos y chicas, pero apenas hubo tiempo para la emoción que imaginábamos iba a causar este hecho porque fueron pocos días y estábamos enfrascados en los estudios.


A mis catorce años, la alegría de haber superado felizmente el Bachiller Elemental con su Reválida fue tan fuerte como la tristeza de tener que dejar el Instituto Columela.


Hubiera deseado continuar el bachiller superior hasta llegar al "Preu" para seguir en mi Instituto. Volver a cantar con mis compañeras aquello de "Soy valiente y leal estudiante..." y al llegar a ..."todas juntas formamos.." romperme la garganta gritando el número del curso que ese año correspondiera. Seguir charlando con las amigas de cosas trascendentales bajo las arcadas de ese patio de columnas de mármol. Volver a oir la campana que Menacho hacía sonar, especialmente aquella que marcaba el final de la jornada, que suponía el regreso a casa, andando una buena caminata entre risas y juegos de la gran pandilla que formábamos los que vivíamos en extramuros, ...o a veces descubrir con rubor que frente a la puerta del Instituto me estaba esperando un tímido chaval con el que ya había intercambiado miradas y sonrisas...


Pero el ciclo había acabado para casi todos, y en mi caso ya habían decidido por mí dónde continuaría mis estudios.


Aunque entonces hubiera deseado detener el tiempo y no hacerme mayor, la juventud que iba llegándome también me llenaría posteriormente de felices vivencias en otro centro de estudios y con otras gentes que igualmente se hicieron inolvidables.


Además... mi querido Instituto también se trasladaría.


Eso no quita para que cuando pase ante el edificio que ocupa el número 23 de la calle San Francisco de Cádiz, me lleguen los lejanos y entrañables recuerdos de mi adolescencia vivida entre las paredes de aquel primer Instituto Columela.

5 comentarios:

  1. Nely ¡que buenos recuerdos!leyendolos me has hecho añorar mi época en el Instituto Columela .No eras de mi curso pero coincidimos con los mismos profesores y sus métodos de enseñanzas(partidos judiciales, los cuales aun me sé algunas provincias).Total, que han pasado unos cuantos años y aun podemos contarlo.

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  2. Tony: Gracias por tu comentario.
    Me quedaron muchas más cosas por contar.
    Con tanto como había que estudiar, no todo debió ser tan bonito.Pero hoy, en la distancia, los recuerdos se idealizan más.
    De cualquier manera, aquel Instituto Columela tenía un carisma especial y fue siempre añorado por todos los que por allí pasamos.

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  3. Me gustan muchísimo esos recuerdos tan bonitos que tienes de tu paso por el Instituto.Yo no los viví porque venía de otro centro en otra ciudad pero la verdad es que haces sentir la añoranza y el recuerdo de aquellos tiempos. Me encanta la facilidad que tienes para expresar tus sentimientos y hacerlos sentir a los demás.

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  4. Gracias, Puri, por tus palabras tan positivas y animosas como siempre.
    A ver si me encuentras en la foto de grupo.

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  5. Neli: Me llamo Juan y soy de Cádiz, aunque vivo en Málaga. Buscando datos sobre el Instituto Calumela en el que estudié entre los años 1954 a 1958, me encuentro con tu relato. Por los datos que das creo que coincidimos en el tiempo. Las mismas circuntancias los mismos profesores...Pero ha habido algo al hilo de un comentario sobre un chico timido que te esperaba a la salida de clase por lo que no me he sentido aludido porque aquella preciosa niña se llamaba Angelines.Mi sorpresa es que al ver tu perfil y decir que tu verdadero nombre es Angeles, me ha dado un escalofrío. Se que sería mucha casualidad pero me gustaría que me comentases algo. Gracias y mi afecto.

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