domingo, 27 de febrero de 2011

Revoloteo de coplas


Llegaron otra vez al almanaque las fechas de la fiesta gaditana por excelencia con su nuevo cartel anunciador.

Ya escribí en este Blog hace un año ampliamente sobre el tema. Lo titulé "Febrero en Cádiz".


En estos días de pre-carnavales los aficionados están siguiendo con atención y también apasionamiento el concurso de agrupaciones carnavalescas que se está desarrollando en el Gran Teatro Falla para elegir a los mejores coros, comparsas, chirigotas y cuartetos, a la vez que se van conociendo los temas de las nuevas letras, músicas y sobre todo los pegadizos estribillos que se van a corear repetidamente en la calle.

Curiosamente, mis fotografías de hoy han enfocado una y otra vez, por motivos evidentes, al busto de un gran autor carnavalesco como fue Paco Alba.

"Creador de la comparsa" se lee escuetamente en su pedestal.

Aquel que llevado de su amor por Cádiz escribió hermosos versos y sentidas letras que se siguen y seguirán cantando con emoción, tiene su busto frente al lugar que más le inspiró: la playa de La Caleta.

Y las gaviotas caleteras tras sus revoloteos sobre las barcas que descansan en aquellos hermosos parajes, curiosamente hoy se disputaban como lugar privilegiado para reponer fuerzas la gorra de marinero de aquel inolvidable "hombre del mar" que tantas y tan emblemáticas coplas nos dejó en los Carnavales de tiempos pasados.


Final del pasodoble "La barquilla" de Paco Alba:


"Barquillita marinera, tu no sientas pena

ni te encuentres sola.

Yo estaré siempre a tu vera,

bella compañera, reina de las olas.

Si en la noche negra y fría

sientes por tu quilla que te cala el miedo,

espera que llegue el día,

no llores paloma mía,

que vendrá tu marinero.

sábado, 19 de febrero de 2011

Diversión en el Nilo


Voy siguiendo día a día por los medios de comunicación los recientes sucesos de la revolución que está protagonizando el pueblo egipcio en defensa de legítimos derechos de justicia social. Hartos de tanta opresión, desigualdades sociales y evidente corrupción, los egipcios se han lanzado en busca de una construcción democrática que les conduzca a una vida mejor.
A la vez estoy pensando en las pérdidas económicas que les estará ocasionando la cancelación de los viajes turísticos a este pais, ya que esos millones de turistas que llegan a Egipto anualmente atraídos por sus cinco mil años de impresionante historia, constituyen la principal fuente de riqueza del estado.

Hace tres años estuve en Egipto y, dejando ahora aparte los comentarios sobre la grandiosidad de los restos arqueológicos y las fantásticas historias de dioses y faraones que son de un valor incuestionable, me sorprendió la pobreza y hasta miseria que vi en el pueblo llano.
No olvido el paseo en calesa que dimos el día de llegada en Luxor -antigua Tebas-, donde pasada la fachada que componían los hoteles de lujo y los cruceros anclados en la orilla del Nilo, nos adentramos en la ciudad.
Resaltaba una superpoblación de aspecto algo mísera pululando por calles sin asfaltar, llenas de baches y poco iluminadas, con casas humildísimas y ruinosas. Abundaban indigentes pidiendo limosnas, niños acosando y vendedores ambulantes intentando colocar sus productos de toda índole, deseosos de coger en sus manos alguna moneda.
Escenas parecidas se repitieron en otras ciudades que visitamos, incluídos algunos barrios de El Cairo.
La policia protege mucho al turista como fuente económica del pais, y creo que el visitante puede sentirse seguro, pero ante tanta necesidad nadie evita el engaño.
El regateo es la forma natural de comprar y vender, por lo que nunca se sabe el verdadero valor de las cosas.

Conservo simpáticas vivencias de un día en el Nilo.

Navegábamos desde Luxor a Asuan y ese día íbamos a pasar por la Esclusa de Esna donde se salva un desnivel del río.
Es difícil describir el bello espectáculo que se produce cuando las decenas de cruceros, como bloques de apartamentos flotantes y todos muy parecidos, se van acercando airosos y juguetones, si consideramos que juegan a ver cual adelanta a quien, cual da susto al vecino acercándose más de la cuenta o cual se coloca delante y hace aflojar la marcha. Eso es lo que nos parece, porque ellos sí saben el lugar en que se tienen que situar y a la hora que les toca pasar la esclusa.











Si curioso fue ver venir tantos barcos, indescriptible fue verlos colocarse en paraleo en filas de siete u ocho de ancho. De este modo, al ser de la misma altura, las cubiertas superiores de todos ellos quedaban a ras. Y si en nuestro barco estábamos tomando el sol en las hamacas, nadando en la piscina o saboreando un refresco bajo las sombrillas del bar, idéntica situación se repetía en los barcos contiguos, por lo que al multiplicarse la escena, aquello parecía una inmensa zona veraniega.


A la par comenzó otro espectáculo, que es al que me quiero referir.
Como saben el tiempo que pasan los barcos esperando su turno, los vendedores ambulantes se echan al agua con sus barcas cargadas de marcancias. Van dos o tres en cada bote y reman hasta llegar a los barcos.
Desde allí abajo, y sin ningún aviso, comienzan a lanzar con fuerza sus productos hacia lo alto para que caigan, cuatro pisos arriba, en la cubierta superior.
Los pasajeros que estaban asomados a la balaustrada se percataron del hecho y fueron dando aviso a los demás, que acudieron a tomar parte en el espectáculo.
En pocos minutos fue incontrolable el trasiego de artículos que pasaban de abajo hacia arriba o viceversa, entre el griterío de precios, regateos, cambios de tallas, cambios de colores... Éramos muchos los pasajeros que nos interesamos en esta forma de compra-venta y eran varias las barcas con las que intercambiábamos. Llegaban plásticos con alfombras, mantelerías, pañoletas, chilabas, kaftanes, zapatillas, trajes de fiesta, complementos...etc. Los abríamos, nos lo probábamos... Volvían para abajo porque los precios no interesaban. Volaban hacia arriba de nuevo "arreglados de precio" entre el griterío de ambas partes. Lo mismo acertabas a coger la bolsa en las manos, que caía al agua de la piscina o encima del señor que dormía tranquilamente en su hamaca. Los paquetes iban y venían por los aires, pero los vendedores sabían perfectamente lo que lanzaban y quien lo tenía. Los diálogos de entendimiento se cruzaban a gritos entre vendedores y compradores por la distancia considerable que nos separaba.
Así estuvimos varias horas que recuerdo de continuas carcajadas por las situaciones que se sucedían.
Los egipcios nos llamaban con nombres propios y frases en español, y nosotros desde arriba regateábamos y les lanzábamos las mercancías de vuelta o finalmente el dinero metido en plásticos, que por cierto casi siempre caía en el agua.
Al final todos acabamos contentos. Productos por los que empezaron pidiendo 30€ los dieron por 5€ y los de 15€ por 2€. Vendieron casi todo.
¿Quién ganó? ¿Quién perdió? ¿Quién engañó a quién?
Para mí fue una inolvidable fiesta de diversion que no tuvo precio.












































Espero que pacíficamente el pueblo egipcio consiga sus reivindicaciones y su legítimo derecho a una vida mejor.

lunes, 7 de febrero de 2011

Mi palmera

Frente a una de mis ventanas se sitúa una de las palmeras que adornan el paseo marítimo de Cádiz.
Desde que fue plantada la he visto crecer con su figura esbelta, y a lo largo de los años la he contemplado en sus mejores y peores momentos.
Ha cambiado de fisonomía en las periódicas podas, ha resistido con firmeza los temporales de levante y de poniente, y aunque a veces parezca que se está quedando sin verdor, supera el trance y sigue ahí elevándose majestuosa y formando parte de un paisaje incomparable, como muestro en algunas de las muchas fotos que le he hecho en distintos momentos.












































































A pesar de lo decorativa que pueda ser la figura de esta palmera, me congratulo de tener también otras ventanas desde donde puedo contemplar ese mismo paisaje sin ningún obstáculo que se interponga desde mi vista hasta el horizonte.