jueves, 20 de enero de 2011

Otros gatos


Completando el tema de la entrada anterior, relativo a ciertos gatos polémicos, he de confesar que a pesar del respeto y consideración que siento por todos los animales, a los que no les deseo ningún mal, no he sentido nunca la necesidad ni la atracción de tener uno como mascota.
Me gustan los gatos, pero mis gatos favoritos no son de carne y hueso, sino los que guardo en mis carpetas virtuales.
Son gatos plasmados en bellas fotografías o simpáticas pinturas que encuentro en mis incursiones por la red y que voy coleccionando para mi deleite, en clara demostración de que algo o bastante me atrae de ellos.
En los pintados, siento predilección por los ingenuos y coloristas de estilo "naif.


Rosina Wachtmeister pinta los gatos así.
























Peter Robinson los hace así:






















Estos son de Martine Clouet











Y podría seguir y seguir con mi extensa colección de mininos.

Para terminar, diré que alguien que me conoce bien me regaló recientemente el curioso libro "Historias de Gatos" de Carlos C. Lainez. Lo compró en la exposición que hace unos meses puso este pintor en la "Galería Benot" de Cádiz tras oír mis comentarios positivos sobre él, y me lo tenía reservado para estas fechas.
Cada uno de los treinta y cinco gatos pintados por Lainez va acompañado en este libro de su historia mágica y absurda. Doble atractivo.




Mis inmateriales gatos quedan fuera de toda polémica.

sábado, 15 de enero de 2011

Gatos polémicos




























Estos gatos que he fotografiado en distintas ocasiones, son algunos de los protagonistas del debate ciudadano que se ha desatado en Cádiz sobre la colonia gatuna que habita en los bloques del "Campo del Sur", ese paseo marítimo sobre muralla que circunvala la ciudad de Cádiz por la zona de la Catedral.

En algunos puntos de los bloques de cemento que se amontonan protegiendo la muralla, vive un considerable número de gatos de todas las especies, tamaños y colores, que comparten con las gaviotas la comida que les llevan sus amantes protectores, que desde ahora, al parecer, serán multados si se les sorprende realizando tal acción.
Este dato, más los rumores de que la superpoblación felina de los bloques será "controlada" cuando se proceda a su limpieza, han disparado las alarmas, y la polémica está servida.

Las organizaciones y sociedades protectoras de animales han puesto el grito en el cielo. La noticia, pasando por el Defensor del Pueblo Andaluz, ha llegado al Defensor del Pueblo Europeo en Estrasburgo... la indignación se ha propagado y hasta parece ser que una Web americana lleva recogidas miles de firmas en contra de la supuesta masacre que se va a llevar a cabo en Cádiz.
El escritor Antonio Burgos, apasionado de los felinos y conocedor de nuestros gatos del Campo del Sur, ha dicho que éstos "son un monumento a la libertad, con todo el mar para ellos, con todo el aire, con toda la comida que le llevan las "marías" del barrio de La Viña..." y pide que sean declarados imagen de la ciudad y formen parte del patrimonio sentimental de Cádiz.

De otro lado están los asiduos a pasear por tan bonita zona, que, antes de verlos, notan la presencia gatuna en el nauseabundo e intenso olor que desprende la mezcla de orín, comida putrefacta y toda clase de porquería que la gente echa a los bloques, especialmente en el rincón que queda frente a la calle Sagasta.
Yo misma he sentido vergüenza ajena ante tanto turista fotografiando el lugar que, como yo, han tenido que retirarse de la muralla ante el intenso y peligroso mal olor que entraba por nuestras fosas nasales.

Espero y deseo que urgentemente empiece la anunciada limpieza de los bloques y que gatos sanos y limpios vuelvan a competir con las gaviotas en el paisaje habitual del Campo del Sur de Cádiz.















martes, 4 de enero de 2011

El Batillo de mis recuerdos


La prensa de Cádiz le ha dedicado estos días un amplio espacio a "La Tía Norica", esa compañía de marionetas típicamente gaditana, única en su género, con motivo de cumplirse veinticinco años de la recuperación de esta tradición teatral que gaditanos de todas las edades compartieron durante varias generaciones, y que estaba por entonces aletargada.

Mucho, muchísimo, se ha escrito ya sobre estos títeres, de unos doscientos años de antigüedad, desde que los pusieron en valor en 1978 y el Ministerio de Cultura los adquirió junto a los decorados y manuscritos de sus representaciones y los depositó como valioso tesoro en el Museo de Cádiz.

Muchísimos han sido también los galardones y premios que La Tía Norica por su originalidad y larga historia teatral ha conseguido, entre ellos la Medalla al Mérito en las Bellas Artes que en 2002 le entregara el Rey de Epaña.

Hoy el Teatro La Tía Norica, creado por el Ayuntamiento, con réplicas exactas de los muñecos originales, tiene sala estable, personal preparado, y muy pronto se trasladará a su sede definitiva en la remodelación del antiguo Teatro Cómico.

Podría seguir enumerando valores reconocidos a estos títeres que ya han recorrido el mundo, así como a sus genuínas técnicas de manipulación y repertorios de representaciones tradicionales, pero ya lo han escrito detalladamente los investigadores.

Yo tengo mis recuerdos y me voy a remontar a la década de los pasados años 50, antes de toda la movida.
Entonces, los títeres de La Tía Norica eran propiedad de Joaquín Rivas, casualmente mi vecino más cercano, al que se los había traspasado su suegro D. Pedro Toro.
La mayoría de los muñecos, a excepción de los más emblemáticos que estaban depositados en un local, los tenía en su casa guardados en dos baúles.
Yo era una niña algo mayor que sus pequeños hijos y compartía con ellos juegos, entre los que se encontraba abrir los baúles y trastear con las marionetas, hasta que éramos descubiertos y reprendidos por estar mezclando los hilos.
Acudía con ellos a las representaciones teatrales que se hacían en diferentes lugares de Cádiz y me sabía casi de memoria los diálogos de los personajes en las distintas obras.
Joaquín movía los hilos y ponía la voz del famoso Batillo, coprotagonista y terrible sobrino-nieto de La Tía Norica.
Un día sucedió que no quise ir con ellos cuando ya contaban conmigo, como de costumbre, para cuidar de sus pequeños en el teatro. Lo tuve que hacer al fin, obligada por mi madre.
Me recuerdo con mi enfado, sin pronunciar palabra alguna, andando desde puertas de tierra, donde vivíamos, hasta el teatrillo instalado en los jardínes de Canalejas llevando cogidos a un niño de cada mano, mientras Pili, su madre, empujaba el cochecito del más pequeño y portaba las bolsas de enseres y meriendas.
(Que conste que quería a estos niños con locura, pero ese día tendría otros planes y no era mi deseo ir a la Tía Norica).
Joaquín, entre bastidores, debió ser puesto por su mujer al corriente de mi actitud y cual no sería mi sorpresa cuando en plena representación del conocido "Sainete de La Tía Norica", Batillo, saliéndose del guión, le dijo a su abuela que en la primera fila había una niña llamada Angelines (así me decían de pequeña) que estaba muy seria y que iba a intentar hacerla reir.
Pidió a los niños del público que dijeran "¡Que se ría!", "¡Que se ría!", y empezó a dar tal cantidad de carreras, volteretas y chocazos en el escenario que formó una gran revolución, mientras los niños venían desde sus asientos a ver si yo me reía por fin.
Con lo tímida que era, por la cuenta que me tenía debí reirme en seguida para acabar con aquel bochorno, mientras intentaba descubrir por qué agujeritos del decorado me estaría viendo.

Hoy le dedico este recuerdo al desaparecido Joaquín Rivas -alma del travieso y deslenguado Batillo de mi niñez- el que conformado con tan poco, dio paso a la gloria de muchos.