jueves, 22 de septiembre de 2011

El tiempo vuela

Recuerdo cuando le oía decir a mi madre que el tiempo corría cada vez más deprisa. Por entonces yo no lo tenía tan claro. Me parecía que tardaba mucho en llegar la próxima fiesta, el ansiado "puente" o las vacaciones. Sólo cuando éstas se acababan tan pronto, me sugerían una reflexión.

Hoy, con mi acumulación de años, siento como nunca las palabras de mi madre y puedo añadir que más que correr, el tiempo vuela.

Viene esto a mi pensamiento en este día en que el almanaque marca el final del verano y el comienzo del otoño.

He dado mi matinal paseo por la orilla del mar de la playa Victoria de Cádiz, esa que hace nada de tiempo preparaba sus largos tres kilómetros de blanca y fina arena para recibir con el verano a los miles de bañistas que llegarían a ella ansiosos de sol y mar, y llenarían parte de su espacio de un alegre y multicolor enjambre de sombrillas.

Hace nada que vi cómo le daban los últimos toques y abrían los módulos de servicios, se ponían las torretas de vigilancia, se instalaban las sombrillas y tumbonas, se señalaban los caminos con pailas, se acotaban las parcelas para deportes, se montaban los chiringuitos que iban a abarrotarse de público hasta altas horas de la noche y se anunciaban las diferentes actividades de entretenimiento y las películas de cine que iban a poder disfrutarse desde la propia playa.

Fue hace nada de tiempo, lo aseguro.

Entonces todo estaba por llegar y hoy ya todo pasó.

En pocos días comenzarán a desmontarse las instalaciones veraniegas, y la bulliciosa y colorista playa se tornará por unos meses solitaria y silenciosa, luciendo su magnífica belleza de otra manera.

Hoy parecerá largo el tiempo que queda para un nuevo verano, pero no será así. Llegará en seguida. Me afianzo en decir que, para bien o para mal, el tiempo no corre, sino vuela.
















martes, 13 de septiembre de 2011

Mirando al cielo





Presencié a pie de playa los ensayos previos que desde dos días antes realizaron los aviones que iban a tomar parte en el IV Festival Aéreo de Cádiz.

Así mismo, el pasado domingo 11, día del festival, contemplé también, esta vez desde una terraza con vista privilegiada, las espectaculares acrobacias que las diferentes aeronaves realizaron en el cielo de Cádiz a lo largo de la playa de la Victoria.

Como es natural hice fotos, muchas fotos.

Pero mirando a mi alrededor y viendo la abundancia de fotógrafos profesionales y la proliferación de aficionados con cámaras réflex portadoras de enormes cilindros cargados de todo tipo de lentes, filtros, demás virguerías y trípodes, con las que conseguían captar hasta un lunar en la cara del piloto de la nave que volaba a 300 Km/hora, creo que esta vez no me atrevo a poner aquí mis fotitos, ya que en cualquier otro blog gaditano o espacio de fotografías del evento las hay verdaderamente extraordinarias.

Le cedo el sitio a otros testigos de excepción que también contemplaron el espectáculo.










Y termino poniendo los carteles oficiales del Festival Aéreo que durante los últimos cuatro años ha servido de brillante colofón para despedir el verano gaditano.




















miércoles, 7 de septiembre de 2011

Efectos espectaculares

A pesar de que ocurre a menudo en estos atardeceres gaditanos, no deja de sorprender que la naturaleza, así de pronto y sin previo aviso, nos ofrezca un espectáculo de tanta belleza y cromatismo.

El último ha ocurrido hoy mismo al finalizar el caluroso día que hemos tenido. En pocos minutos, el cielo pasó de unas tonalidades a otras, y de unas ráfagas nubosas a un encendido color rojizo impresionante.

Casualmente paseaba por La Caleta, ese bonito rincón de Cádiz, desde donde fotografié una detallada secuencia del espectáculo, del que pongo una muestra.

















En el poco tiempo que tardé en posicionarme en otro lugar, subió el tono del color naranja del cielo y pasó a rojo intenso. Envidié a los que fotografiaban sobre trípode e inmortalizaban esta maravilla en todo su esplendor.