domingo, 20 de diciembre de 2009

Y llegó la Navidad


Una vez más, pero cada año antes, llegó la Navidad con su carga de sentimientos y emociones.

Porque a pesar del consumismo en el que hoy se han convertido estas fiestas y de que en la mayoría de los hogares se derrocha en comidas y regalos, el ambiente navideño invita a hacer en estos días un ejercicio de reflexión interior y a dirigir nuestro pensamiento a los más desfavorecidos de la sociedad, a los que viven en soledad y a los que les falta la salud.
Si después de ello podemos aportar nuestro pequeño granito de arena para ayudar a conseguir un mundo en paz, más justo y solidario, estaremos dando sentido a la Navidad.


En estos días siempre me vienen al recuerdo con nostalgia las navidades de mi infancia. Entonces había otros protagonistas: no existían los hijos de hoy, pero sí esos queridos padres de ayer y de siempre.

Eran días intensamente familiares. A casa llegaban por vacaciones mis dos hermanas mayores que estudiaban fuera y la familia volvía a verse completa y unida.

Recuerdo los ricos y novedosos olores que salían de la cocina presagiando comidas especiales en una época en la que los menús diarios eran muy simples y repetitivos, así como esas fuentes repletas de roscos rebozados de azúcar, o de buñuelos, o de fretillas, que hacía mi madre.

Recuerdo también las sesiones de villancicos y canciones regionales que las cuatro hermanas, a dos voces, ofrecíamos a los varones de la casa, en las sobremesas nocturnas, y que a mí me sonaban como perfectas corales.
No olvido tampoco la diversión que se producía con los juegos de mesa en los que participábamos toda la familia.
Se respiraba mucha alegría y calor de hogar.

Recuerdo aquellas misas del gallo en San Felipe Neri donde, entre las varoniles voces de los marianistas, surgía el espectacular "solo" que hacía un niño cantando una nana: "A la nanita nana, nanita, ea, mi Jesús tiene sueño ¡bendito sea!"

Y recuerdo ¡cómo no! la espera y llegada de los regalos de los Reyes Magos tras un larguísimo año de acumulados deseos y sueños. En este caso he de reconocer que siempre me defraudaron, por creer tanto en ellos. Nunca me trajeron mi ansiada "Mariquita Pérez".


Los recuerdos son una riqueza para el espíritu. Las navidades que vivamos hoy también las recordaremos un día con nostalgia. Intentemos que sean dignas de recordar.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!



sábado, 12 de diciembre de 2009

In Memoriam

Ayer te marchaste sin decir adiós.
Lo hiciste sigilosa y discretamente para no molestar, para no dar mucho trabajo.
Te habías sentado en tu sillón a dormitar, y en tu sueño te fuiste tras esa atrayente luz que dicen comunica con un maravilloso lugar, remanso de paz y bienestar.
Y nos dejaste sin ti, así de pronto.
Pocos días antes, tú y yo, habíamos dado un paseo y tomado juntos un café. Te gustaba hablar de deportes, de temas de actualidad, de política, de viajes, de libros que leías...
Vestías impecable y conjuntado. Eras tan educado y correcto como elegante.
Te hubiera gustado haber visto cómo acudieron hoy todos los familiares y amigos a despedirte y, junto al dolor de tu pérdida, la emoción que nos desbordaba escuchando aquel Adagio de Albinoni o aquel Ave María de Schubert que interpretaron aquellos músicos para ti.
Te hubiera gustado verlo... o... ¿quizás lo viste?
Siento ya el vacío de tu ausencia y sé que nunca te olvidaré, querido Derrick.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Esa Caleta de ensueño

Tras adquirir recientemente una nueva cámara fotográfica he aumentado la frecuencia de mis paseos por Cádiz con el fin de hacer pruebas y conocer sus prestaciones en distintas situaciones y escenarios.
De esta manera, tras recorrer la ciudad de un extremo a otro, puedo decir que el lugar más fotografiado de Cádiz por nativos y visitantes es ese rincón donde está situada la playa de La Caleta.
A todas horas del día, entre barcas y gaviotas, y especialmente al atardecer se pueden ver bastantes fotógrafos con sus trípodes, jóvenes con sus móviles, abundantes turistas y parejas románticas que desean inmortalizarse en ese escenario.
Cada tarde, cuando el sol se oculta en la lejanía del mar, se produce un espectáculo de luz y color, siempre diferente, que lleva allí a innumerables portadores de cámaras para captar esas siluetas en contraluz que se dibujan en el cielo anaranjado y rojizo, como son las barcas en reposo, las charcas que quedan con la bajamar, las cúpulas del Balneario, el camino que conduce al castillo de San Sebastian, la propia fortaleza con el Faro de la ciudad, la balaustrada del paseo con sus farolas...
Todo en La Caleta es de ensueño.
Inserto aquí algunas de las últimas fotos que he tomado con mi nueva cámara.

















































lunes, 28 de septiembre de 2009

Mis pirateadas Presentaciones


Cuando me inicié en el conocimiento del programa de Presentaciones Powerpoints, me ilusionó la idea de hacer, como trabajo experimental, con fotos propias y tomadas de la red, varias presentaciones dedicadas a ciertos lugares que por sus características peculiares me habían sorprendido e impactado.

Estos lugares podían ser: Xauen en Marruecos, Burano en Italia, Rothenburgo en Alemania, Santorini en Grecia, Colmar en Francia...etc, etc.

Pueblos singulares que dejan huella.

Cuando tuve realizadas con su texto correspodiente -no sin el esfuerzo y la dedicación que cuesta a un principiante- mis dos primeras presentaciones a las que titulé "Un mágico pueblo azul" y "Los colores de Burano", las envié a mis amistades para su conocimiento y disfrute.

No había pasado un mes cuando, en este imparable chorreo de archivos que entran cada día en nuestros correos, con efecto bumeran me empezaron a llegar de contactos cercanos y lejanos mis propias presentaciones.

Pero grande fue mi desilusión al abrirlas y ver que aquel trabajo hecho con tanto cuido y esmero con el único fin de dar a conocer las singularidades y belleza de esos lugares elegidos, habían sido manipulados, alterados en imágenes, texto y música y por supuesto borrada la autoría.

El indeterminado "Realizado por Neli" de la página final, era incómodo para todos aquellos que hoy muestran el trabajo como suyo propio.

Entonces empecé a comprender mejor eso de la piratería.

También he descubierto que hay bastantes Webs y Blogs que tienen mis presentaciones incorporadas a sus páginas, y, lejos de sentir satisfacción, siento rabia de ver mis trabajos firmados por otros y en la mayoría de los casos alterados y estropeados en su contenido inicial.

Me ha servido de lección y ya hasta empiezo a replantearme la continuidad de este Blog.

"Un mágico pueblo azul" se lo dediqué al pueblo marroquí de Xauen.

Xauen o Chaouen

Es una sencilla ciudad del norte de Marruecos situada en las montañas del Rif.

Su situación en la ladera de una montaña le da un carácter especial a sus estrechas calles empinadas, surgiendo rincones sorprendentes y encrucijadas de peldaños trepadores.

Pero la principal característica de Xauen es el color azul con el que están pintadas la mayoría de sus casas.
Utilizan toda la gama posible de azules, desde el pálido, el turquesa, el violado o el intenso añil, dando a la ciudad un aspecto singular.





Mientras aprendo a subir mis auténticas Presentaciones, recupero de la red alguna copia de la primera versión que hice, ya que luego le realicé algunos cambios y la mejoré.

Un mágico pueblo azul

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"Los colores de Burano" me lo inspiró la colorista islita veneciana.

Buran0

Cerca de Venecia, la pequeña isla de Burano es la más pintoresca de las islas de la laguna veneciana.

Famosa por la fabricación de encajes artísticos, lo que más sorprende de ella es el brillante y variado colorido de sus casas y los reflejos que esto produce en las aguas de sus canales.

Es una isla de intenso sabor marinero. Se cuenta que desde muy antiguo, los pescadores que la habitaban pintaban de diferentes y llamativos colores sus casas para distinguirlas en la lejanía cuando volvían de la mar.

Esta tradición se ha convertido hoy en motivo de atracción turística.



Mientras subo mi presentación "Los colores de Burano", coloco aquí este sucedáneo que han hecho usando mis diapositivas y mi texto, colocando éste donde no corresponde. Han cambiado la música italiana que llevaba, la portada de presentación y la letra. Le han quitado el encanto que tenía y se la han apropiado.








lunes, 17 de agosto de 2009

Una fecha inolvidable

Llegando el 18 de Agosto de cada año, en Cádiz se recuerda y se rinde homenaje a las víctimas de la explosión que ocurrió en la ciudad en aquella fatídica noche de 1947 en que varios centenares de minas que estaban almacenadas en una base militar en plena ciudad explosionaron, sembrando de destrucción, dolor y muerte el gran espacio que abarcó la onda expansiva.

Mi familia y yo -que apenas rozaba los cuatro años- vivíamos muy cerca del lugar de la catástrofe y fue tan fuerte el impacto y la impresión vivida aquella noche, que a pesar de tener tan poquísima edad recuerdo con nitidez todo lo acontecido.

Eran las diez menos cuarto de la noche de aquel 18 de agosto. Mi padre había ido al cine de verano. Los cinco hermanos estábamos sentados en la mesa del comedor junto a mi madre. En el preciso momento en que yo pinchaba patatas con mi pequeño tenedor, las luces se apagaron al mismo tiempo que un terrible estruendo que casi estalla nuestras cabezas y oídos, hizo temblar todo a nuestro alrededor mientras se sucedían los ruidos ocasionados por el derrumbe de paredes, cristales, ventanas sacadas de cuajo, destrozo de mobiliario... Instintivamente, recuerdo que me protegí la cabeza con las manos, pero antes de quedar todo sumido en la más profunda oscuridad me dio tiempo a ver caer del techo la lámpara sobre la mesa donde comíamos, a la vez que la ventana que tenía en frente de mí se abría estrepitosamente de par en par. Por ella empezó a entrar un polvillo rojizo y espeso que se extendió por todas partes y comenzó a hacer difícil la respiración. Todo era terrible y confuso en medio de la oscuridad. Inmediatamente empezaron a llegar los gritos de la calle.
Asustados y llorando nos agarramos a mi madre, que a tientas pudo comprobar que, milagrosamente, todos estábamos bien. Nos dirigimos a la salida. Los tabiques que formaban el pasillo habían caido y sin ver nada fuimos saltando por los escombros. La puerta de la casa también había desaparecido. En esa misma oscuridad, muy agarrados, fuimos bajando los escalones de los dos pisos que nos separaban de la calle, pisando toda clase de objetos rotos.

La calle...parece que la estoy viendo. Cientos de personas, la mayoría ensangrentadas, unas sujetando a otras, corrían desconcertadas gritando, pidiendo ayuda, llorando, llamando y buscando a sus familiares. Todo estaba oscuro a ras del suelo, pero el cielo se había puesto rojo. Había fuego en algunos lugares y lo que más me impresionaba eran unos hierros ardiendo que pasaban volando. Yo estaba aterrada. Mi madre me llevaba en brazos por mi poca edad y porque había perdido una zapatilla. Quiso quitarme de la mano el tenedor que empuñaba pero fué imposible.
Decían que los astilleros estaban ardiendo, que el barrio de San Severiano había quedado destruido, que un polvorín de Defensas Submarinas había explotado y que podía haber otra explosión. Estábamos muy cerca de todos esos lugares.
Para alejarnos de allí nos dirigimos a la Avenida y nos paramos en la esquina porque necesitábamos encontrar a mi padre que tendría que pasar por ese lugar.
Jamás podré olvidar las escenas que vi aquella noche: el llanto de tanta gente, los gemidos de dolor de los heridos, los cuerpos inmóviles por el suelo, los que en la oscuridad buscaban a sus seres queridos gritando sus nombres... Por la Avenida pasaban ambulancias y coches recogiendo heridos. Por altavoces solicitaban hombres para acudir a la Casa Cuna y también voluntarios para donar sangre en los hospitales.
Me fijé que entre la gente que corría algunos iban en pijama y ropa interior.

Mi padre nos encontró al fin. Le había cogido la explosión en el cine de verano y nos contó los horrores de como, por querer salir todos a la vez, se pisoteaban y pasaban unos por encima de otros. Decía que allí podían haber quedado algunos muertos por aplastamiento.
Se confirmaba ya donde había sido la explosión, pero se decía que si no se controlaba el fuego que avanzaba hacia otros polvorines, era inminente una segunda explosión.


Había que alejarse de allí rápidamente. "¡A la playa!", decían por todos sitios. La gente corría y nosotros también.
Dejando atrás tantos heridos sangrando y tantas escenas de dolor, llegamos a la playa de Santa María del Mar. Bajamos por aquellos dificultosos acantilados y nos situamos en la arena. Desde allí veíamos ardiendo el edificio de la Central eléctrica.
La noche estaba calurosa y el cielo seguía rojo. Cuando el faro lanzaba sus rayos de luz barriendo la playa, impresionaba ver tanta gente sentada en la arena llorando y rezando. Y por encima de todo se oían la voces de los que con desesperación llamaban a sus familiares perdidos.

Pronto empezaron a decir que teníamos que alejarnos más e irnos a la playa grande, al Balneario. Así que emprendimos de nuevo la carrera por aquellos acantilados, para seguir por detrás de la plaza de toros y del cementerio. Recuerdo aquel camino de noche con tanta gente por la playa. Desde la arena veíamos el ir y venir por el paseo marítimo de coches y ambulancias con las sirenas a todo sonar transportando a los que habían tenido peor suerte que nosotros.

Llegamos a la altura del Hotel Playa donde había muchísima gente sentada en la arena. Las garitas de mimbre que entonces se usaban estaban todas ocupadas. En una de ellas, a modo de confesionario, había un sacerdote confesando y gente en cola esperando para recibir la penitencia. Otros grupos sentados en la arena rezaban el rosario.
A mi madre le dejaron una garita y se sentó conmigo en brazos. Mi padre fue con mi hermana al botiquín a que le curaran unas heridas que se hizo al salir de casa. Vinieron diciendo que le habían tenido que aplicar coñac porque no quedaba alcohol. También habían oído que con las sábanas del Hotel Playa estaban haciendo vendas porque en los hospitales se estaba agotando todo.

Ya corría la tranquilizante noticia de que no sucedería la segunda explosión tan temida. Fue un hondo respiro entre tanta tensión y tanto miedo acumulados. Allá a mitad de la madrugada, abrazada al regazo de mi madre y oyendo de fondo los rezos del rosario, me fui quedando dormida. Durante mi sueño pudieron, al fin, abrirme la mano y quitarme el tenedor que empuñaba.

Cuando el cielo empezaba a clarear, el murmullo de la gente me despertó. Recuerdo la luz de aquel amanecer. Era una luz maravillosa después de tanta oscuridad.
Nos pusimos en camino de vuelta a casa junto a otros vecinos y conocidos. Yo iba en brazos y a cada cierto tiempo me pasaban de unos a otros. Recuerdo el paso por el barrio de San José contemplando los destrozos sufridos en las viviendas, pero lo que más me impresionó del trayecto, aunque quisieron evitármelo acurrucándome la cabeza, fué ver a lo lejos la puerta del cementerio y oir los comentarios y sollozos. La gente rodeaba un camión que estaba descargando cadáveres y desde la distancia oíamos sus llantos y gritos de dolor. Esa escena será difícil de olvidar.

Al fin llegamos frente a nuestra casa. El edificio se mantenía en pie entre tanta destrucción y desolación en la zona. Desde allí hasta el lugar donde explotaron los polvorines, todo estaba medio arrasado, sólo se mantenían erguidas entre escombros algunas paredes, algunos trozos de casas. La iglesia de San Severiano, que entonces estaba en construcción, la Casa Cuna, los chalés cercanos, el barrio entero de San Severiano... sólo trozos de sus construcciones quedaban en pie.
Entre los amasijos de escombros que se amontonaban en la calle ante la puerta de casa, descubrimos restos de nuestros muebles hechos añicos.

Mi familia y yo habíamos salvado la vida en esa noche trágica, pero a la vista estaba el panorama de todo lo que nos quedaba por superar.





sábado, 4 de julio de 2009

Mi playa preferida

La playa donde transcurrieron los felices veranos de mi niñez fue la Playa de Santa María del Mar de Cádiz. Por muchos años: los anteriores y los que tuvo puesto el cartel de "Prohibido el paso.Playa peligrosa", fue la playita exclusiva de los niños y jóvenes de la cercana barriada España. Ningún adulto poco diestro hubiera osado, en aquellos tiempos a los que me refiero, deslizarse por esos peligrosos y empinados terraplenes sorteando obstáculos hasta caer en la arena. Yo era muy niña, pero como otros chicos de corta edad, iba en compañía de hermanos mayores.
Los temporales invernales con sus fuertes mareas, iban desprendiendo trozos de los acantilados que rodeaban la cala y por tanto cada verano era distinto y más peligroso el acceso a la playita. Era una verdadera odisea bajar y subir cada día aquellos desniveles. A pesar del cartel que prohibía su uso, nadie nos echó nunca de ella.

El principal atractivo de la playa de Santa María, como la llamábamos siempre, era su hilera de rocas, que en perfecta alineación recorría la playa de punta a punta. Conocíamos a la perfección cada roca y las más imponentes tenían su nombre propio. Según estuviera la marea alta o baja, las rocas siempre ofrecían sus numerosas posibilidades.
Si la marea estaba baja, las rocas fuera del mar además de lugar ideal para secarse al sol, ofrecían el atractivo de sus variadísimos y múltiples habitantes. Estaban cargadas de cangrejos, camarones, burgaíllos, ostiones, mejillones, lapas... y un sinfín de bichitos y seres raros que se movían y nunca supe si eran animales o plantas. Entre baño y baño había en las rocas tal entretenimiento que las horas pasaban intentando hacerse con un muestrario de la variada fauna marina que iba a parar al cubito y luego a casa para ser cocidos. Los ostiones los comíamos en el mismo momento de separarlos de la roca. Había infinidad de cangrejos pululando con rapidez por los recovecos de las rocas, pero cuando alguien descubría las patas peludas de uno "moro", daba la noticia y acudían los curiosos a ver la laboriosa operación de sacar de su escondite a tan valioso crustáceo que acabaría cocido en casa.
Otro entretenimiento que nos producía la marea baja era la búsqueda de novedosas y originales muestras entre los miles y miles de piedrecitas de vidrios de colores, de caracolitos y conchas de todos los modelos y tamaños, de preciadas orejitas, de grandes caracolas con el sonido del mar... de ostras, de almejitas y mejillones nacarados, de cañaillas, de conchas de peregrino... y un innumerable y variado muestrario de naturaleza muerta que aparecía amontonado a lo largo de la arena de la playa.

Si la marea estaba alta, las rocas pequeñas quedaban cubiertas por el mar y sabíamos dónde estaban situadas, pero las altas quedaban a medio cubrir y esas eran las que producían la máxima diversión y delirio para los que lograban subirse a ellas. Si el mar estaba sereno y transparente era un verdadero placer disponer de esos trampolines para lanzarse al él, pero si había oleaje era un auténtico derroche de diversión.
Yo, pese a mi corta edad, era una experta y audaz nadadora que recibía a menudo las regañinas de mis hermanos mayores por participar en juegos tan arriesgados.

Los trozos de roca salientes del mar estaban siempre tan concurridos que muchos chavales caían al agua por imposibilidad de encontrar dónde apoyar los pies o por los empujones que allí se sucedían. Se esperaba a las mejores olas para lanzarse a ellas. Había días que cuando las olas eran tan altas y venían con tanta fuerza, todos los que estábamos arriba de la roca nos agarrábamos fuertemente intentando formar una muralla protectora. Si lográbamos vencer la fuerza de la ola que nos atravesaba y seguir de pie, formábamos un verdadero "jolgorio". Si por el contrario, la ola nos arrastraba y nos tiraba a todos al agua, tampoco pasaba nada: a nadar de nuevo y subirse otra vez. Nuestros cuerpos estaban señalados por todas partes de rozaduras con las rocas, pero no le dábamos importancia.

Y con tantas diversiones en el mar y con tantos juegos en la arena iban sucediéndose aquellos inolvidables veranos de la infancia en Santa María. Veranos que por la cantidad de vivencias y recuerdos que dejaron, seguramente empezaran en marzo y terminaran en noviembre.

Un mal día nos encontramos la playa reducida a la mitad. Había una valla metálica perpendicular al mar que la dividía en dos. Nos contaron que en la otra mitad, la más cercana al centro de Cádiz, se iban a acometer obras de acondicionamiento para transformarla en playa privada, de pago, para uso de los residentes de Bahía Blanca y alrededores.
Efectivamente, al verano siguiente se inauguraron las instalaciones de la nueva playa de Santa María del Mar, separada de su otra mitad por una alambrada a través de la cual veíamos a la gente "rica" disfrutar de nuestra añorada roca "Barco". Les habían construido una maciza edificación para galerías, duchas, bar, restaurante, cafetería... y en la arena tenían hamacas y toldos. Arriba, en el paseo, un vigilante cortaba el paso a todo aquel que no llevara la tarjeta de socio, que eran los únicos que podían bajar por aquellas dobles escalinatas que conducían al balneario.
De paso, a nuestra humilde zona se le hicieron también unos arreglitos. Se echaron abajo los salientes de los acantilados que corrían peligro de desprendimiento, desapareciendo la cruz de madera que seguía allí desde el rodaje de "El Amor Brujo" y también la cueva situada debajo. Se construyó una escalera para bajar y por fin se quitó el cartel de playa peligrosa. Esto trajo consigo la llegada masiva de público que acabó definitivamente con aquella intimidad que habíamos disfrutado por mucho tiempo los jóvenes de mi barrio.

Durante los siguientes años fuimos testigos de la lucha del hombre con la fuerza de la naturaleza. Los temporales invernales y fuertes oleajes que se cebaban en esa zona iban destrozando las recientes instalaciones. Ante la llegada de un nuevo verano se hacían toda clase de reconstrucciones, se ponían barreras de cemento, se subía todo de nivel... pero sólo duraba una temporada.
Pocos años después "la otra playa", como le decíamos, dejó de existir y sus edificaciones fueron abandonadas a merced de los estragos del mar y del paso del tiempo. Los restos de la fallida construcción permanecieron erguidos bastante tiempo más.


A partir de ahí, falté muchos años de este lugar. Mi juventud transcurrió en la playa Victoria, "el Balneario", pero -casualidad de la vida- pasado un tiempo me trasladé a mi nueva vivienda situada sobre la playa de Santa María del Mar, con lo que volví a mis principios. Así he podido ver la transformación de aquella playita de mi niñez.

Tuvo que ocurrir en ella un trágico accidente por desprendimiento de tierra, para que las autoridades, por fin, se decidieran a invertir en este maravilloso rincón de Cádiz.
Unieron las dos calas y construyeron a ambos lados dos espigones para contener el oleaje. Protegieron los muros y reformaron el paseo marítimo superior edificando escaleras y rampas de acceso. Como broche final echaron toneladas de arena que en principio llegaron a tapar las rocas.

Hoy, Santa María del Mar, frecuentada por numerosísimo público, es una preciosa y cuidada playa semicircular de blanca arena y tranquilo mar, situada en ese bonito recodo de Cádiz que tiene como fondo la silueta de la Catedral. Ella me proporciona la hermosa vista que tengo cada día ante mis ojos y que no me canso de mirar. Me gusta cuando el mar está sereno y cuando en invierno se pone bravío. Me gusta cuando es azul y cuando es gris, cuando está transparente o está espumoso. Me gusta con levante y con poniente, con marea baja o marea alta. Me emociono al contemplarlo teñido de rojo en esas maravillosas y siempre diferentes puestas de sol...

A la playa, en dos ocasiones hasta ahora, le han echado arena. De momento las rocas quedan hundidas, pero al poco tiempo, conservando su hilera, surgen de la arena como queriendo hacer perpetuar su histórica presencia en esta playa y demostrar que siempre fueron y serán su seña de identidad.
Y yo me alegro cuando veo las rocas aparecer y agrandarse, porque me hacen revivir y recordar esos lejanos años de mi niñez pasados tan felizmente en mi querida playa de Santa María del Mar.










miércoles, 29 de abril de 2009

El Cine

Siempre me ha gustado mucho el cine.

Recuerdo las noches veraniegas de mi infancia y adolescencia bajo el cielo estrellado de Cádiz, pateando, aplaudiendo y gritando con toda la "gente menuda" que nos juntábamos en los cines de verano de nuestro barrio: el "Delicias" y el "España".
Las películas del "Oeste" con sus vaqueros y sus indios eran las que más motivaban la exteriorización de nuestros impulsos.
El precio de la entrada debía estar muy a nuestro alcance porque, pusieran una u otra película, cada noche se llenaba el recinto.
Yo iba anotando los títulos de las películas que veía, y al final del verano puedo asegurar que la lista era bastante larga.

Luego, en la juventud, me asocié al Cine Club Universitario de Cádiz, donde tras la visualización de cada película elegida se abría un interesante y fructífero coloquio.
Durante un tiempo, a modo experimental, también funcionó el cine Imperial como sala de "Arte y Ensayo", por lo que tuve doble oportunidad de conocer otras tendencias más profundas del cine, alejadas de la puramente comercial. Casi siempre eran películas en V.O. subtituladas. Por esa época quedé prendada del cine hiperrealista de Fellini, de Sica, Visconti...

También estuve muy cerca del grupo de cinéfilos que apoyaron a Fernando Quiñones en la fundación del Festival de Cine "Alcances", evento que en un principio sufrió los ataques de la censura, pero que logró salir airoso y consolidarse en Cádiz como Muestra anual del séptimo arte.

Inserto este Cortometraje que obtuvo el Oscar en 1986. Está formado por cerca de quinientos fragmentos de grandes películas de la historia del cine. Es curioso que reconozcamos muchas facilmente en tan sólo dos segundos que dura cada secuencia.







Llegados a esta época en que la vida ha cambiado tanto con los avances tecnológicos, la TV y los Videos ponen en nuestra casa toda la filmoteca que deseamos, aunque nada es comparable a ver una película en la sala de Cine.

Un tema de interés para mí

Desde que siendo yo muy jovencita leyera "El Diario de Ana Frank" donde aquella otra niña de trece años narraba desde su escondite tristes escenas provocadas por la barbarie nazi, me sentí fuertemente interesada por este impresionante tema. La persecución y genocidio en los campos de concentración de millones de judíos y prisioneros, por parte de nacionalistas alemanes, en la Segunda Guerra Mundial, fué siempre un motivo de interés y reflexión para mí.

El tema del Holocausto ha sido llevado al cine en numerosas ocasiones y tratado desde diferentes ángulos.

He procurado ver todas las películas que giran en torno a este doloroso tema que tanto me impacta. Hace pocos días vi el estreno de "Valkiria", nombre que dieron a un complot para acabar con la vida de Hitler.

Las películas que más me han gustado sobre este tema son estas:













"LA VIDA ES BELLA", donde un padre hará lo imposible para que su hijo crea que la terrible situación que están padeciendo es tan solo un juego.

"EL PIANISTA", basada en la vida real, relata la supervivencia y los sufrimientos que soporta un afamado músico.










"EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS", narra la amistad de dos niños separados por la verja de un campo de concentración.
"LA LISTA DE SCHINDLER", sobre un hombre de talento que consigue la propiedad de una fábrica y se enriquece con el trabajo de los judíos.










"EL HUNDIMIENTO", relata los últimos días de Hitler en su bunker.
"LA VIDA DE LOS OTROS", donde le encargan a un oficial aleman que espíe a una pareja formada por un prestigioso escritor y una famosa actriz.

Inserto el trailer de "El niño con el pijama de rayas".



miércoles, 15 de abril de 2009

Mi ilusión: Viajar

Cada viaje que hago me aporta muchas semanas de ilusión. Antes de realizarlo, leyendo información, observando mapas y planos, viendo imágenes, etc. Durante el viaje, haciendo muchas fotografías. De vuelta en casa, ordenando fotos, montando el álbum y, en algunas ocasiones, escribiendo el relato del viaje.
A estas alturas de mi vida, puedo estar satifecha del número considerable de lugares que he visitado.

España es maravillosa en todas sus regiones. Sus contrastes paisajísticos y su riqueza artística y cultural no tienen discusión. Pero también es interesante pasar nuestras fronteras y ampliar horizontes conociendo otras tierras, otras gentes y otras costumbres.
Ya sea dentro o fuera de España, viajar me fascina.
Mi primer viaje

Hoy traigo a mi memoria el primer viaje que hice al extranjero y que, a pesar de los años transcurridos desde entonces, dejó recuerdos imborrables en mi vida.

Junto a una amiga, me enrolé como estudiante de francés en un viaje de quince días a Paris. Estaba subvencionado por la embajada francesa, y por un mínimo coste ofrecían la estancia en un Colegio Mayor, la pensión completa y todas las visitas guiadas y excursiones culturales en horario de tarde, ya que las mañanas -precio aparte- estaban dedicadas al curso de francés en la Universidad de La Sorbona, motivo principal del viaje.
En Barcelona nos reunimos con el grupo de compañeros y de allí salimos en autobús hacia Paris.

La situación política de España en esos momentos estaba a punto dar un giro radical ya que el general Franco estaba muy enfermo y se respiraba un ambiente de expectación y cierta preocupación.

En la misma frontera, mientras se tramitaban los pasaportes, descubrí signos diferenciales en dos grandes anuncios de carretera que debían estar puestos a propósito. En los dos se anunciaba una misma crema solar, que una chica se aplicaba tumbada en la playa. En el cartel situado en territorio español, la chica vestía un recatado bañador enterizo mientras que unos metros más allá, ya en tierra gala, la misma chica, sin ropa, descubría picarona sus exuberantes encantos al sol.
Al mismo tiempo, una hilera de coches de españolitos estaba llegando a Portbou con el único propósito de ver la película "El último tango en Paris".
A partir de ahí serían innumerables los hechos y situaciones de evidentes diferencias en aperturismo y libertad que fui descubriendo. Todas me asombraban, algunas no me gustaban como las pintadas que llenaban las paredes y las revueltas callejeras que vi el 14 de julio. Tampoco ellos debían ser tan felices.

De Paris, de su monumentalidad ¡qué voy a decir! Los entendidos la consideran como una de las ciudades más hermosas del mundo y yo así lo creo.

Había tanto, tantísimo, que ver en Paris, que a pesar de las visitas guiadas que teníamos cada tarde, mi amiga y yo decidimos darnos de baja del curso de francés -a los cuatro días de su comienzo- para disponer a nuestro aire de ese tiempo y de ese dinero, (también porque el nivel de base era muy elevado). Costó trabajo que devolvieran la matrícula, pero lo conseguimos.
De esta manera tuvimos tiempo de patear libremente todo Paris desde el amanecer. Con el plano en la mano, pocos rincones emblemáticos quedaron por ver.

Un recuerdo especial tengo del barrio de Montmartre con su ambiente artístico y bohemio, sus plazuelas llenas de pintores creando y exponiendo sus obras como un día allí mismo lo hicieran Picasso o Renoir.
Me presté a que un pintor de carboncillo me retratara sin compromiso y aunque salí agraciada, mis pobres recursos económicos no dieron para adquirir la obra que con toda mi pena se quedó allí.
Recuerdo también las horas pasadas rebuscando en los puestos ambulantes que se alinean en la ribera del Sena cargados de arte en forma de libros, reproducciones de pinturas, carteles, cachivaches múltiples y originales. Todo el tiempo me lo pasaba cambiando mentalmente los precios de francos a pesetas y teniendo finalmente que desistir de mis deseos ante los elevados precios, o más bien ante mi limitado presupuesto.
Y recuerdo con emoción cuando descubrimos la "Librería Española", oasis de nuestra lengua. La visitamos en varias ocasiones. El propietario era un exiliado antifranquista que echaba peste del régimen español. Yo me impresionaba al oirlo hablar porque no tenía ni idea de que en España se viviera tan mal como él decía.
Allí siempre había escritores en tertulia y se respiraba un ambiente muy intelectual y algo expectante ante los inminentes sucesos que se avecinaban en España. Oían por la radio a, un desconocido entonces para mí, Santiago Carrillo dando consignas desde su lugar de exilio. Oyendo tantas cosas de política que yo ignoraba, llegué a sentir miedo de encontrarme tan lejos de casa si Franco moría en esos días, cosa que no ocurrió.
Por curiosidad compré cuatro "libros prohibidos", que luego no sabía cómo esconder en el equipaje y que me hicieron sufrir horriblemente hasta que no pasamos los registros en la frontera.
Por supuesto vimos "El último tango en Paris" y algunas más. Y las pesetas que quedaban sirvieron para alucinar con el lujo y el destape del espectáculo nocturno del "Moulin Rouge".
En el viaje de vuelta, todos los compañeros traían su valioso Diploma de francés expedido por La Sorbona.
Yo, tampoco venía de vacío: había aprendido muchísimo y traía el espíritu lleno de inolvidables recuerdos vividos en una novedosa libertad.
Y para soñar... siempre nos quedará Paris.

domingo, 5 de abril de 2009

Mis ratos de ocio: De todo un poco



Me hubiera gustado saber pintar, o modelar, o tocar algún instrumento musical, o escribir, o dibujar... pero no fui tocada con la varita mágica que concede esos dones.

Admiro profundamente y siento envidia de aquellos que con cierta facilidad saben plasmar sus ideas y expresar sus sentimientos a través de algunas de las Bellas Artes, creando obras de calidad para el placer de los sentidos.

Hasta que el ordenador entró en mi vida y acaparó todas mis voluntades, la lectura y las manualidades, en su amplio abanico de posibilidades, llenaron ese espacio de tiempo que nos pertenece por derecho, una vez cumplidas las obligaciones que la profesión y la familia imponen.

Durante muchos años llené intensamente mis ratos de ocio probando a producir obras con diversos materiales: pintura, barro, lanas, telas, cartulinas... hasta que comprendí las limitaciones de mis aptitudes para la creatividad y mi poca paciencia.

Me concentré entonces por entero en mi tarea profesional docente en la que, de forma quizás demasiado anónima, hice multitud de trabajos y recopilaciones que ocuparon muchas horas de mi vida. Puedo asegurar que muy pocos minutos de mis días quedaban vacíos.

Hoy es el ordenador el que me absorbe con todo el universo que Internet pone a nuestro alcance. Pierdo las horas al introducirme en esas páginas de arte, recorriendo museos o leyendo sobre literatura y opiniones de actualidad.

También me empleo en conocer el manejo y la técnica de los diferentes programas. Y ya puedo asegurar que por el resto de mi vida estaré atrapada por el ordenador.

Hoy he encontrado una página de postales electrónicas de la artista inglesa Jackie Lawson que recomiendo a todos por el encanto y la imaginación que pone en sus obras, a la vez qué me pregunto cómo puede hacerlas.
El enlace que pongo es de la versión traducida, pero no hay que saber mucho inglés para hacer clic en cualquier figura y que todo se ponga en movimiento.

jueves, 12 de marzo de 2009

Mis gustos: Arte Naïf

No sé si el haber pasado gran parte de mi vida entre niños, sea la causa de la predilección y la querencia que siento por el Arte Naif, esa forma de expresión natural, ingenua, espontánea y libre de leyes, donde la fantasía hace que los sueños sean realidad.







Disfruto mucho visitando una página de Portafolios de diversos artistas donde muestran una representación de su obra y de su estilo.

De ahí se puede ir a la Página principal y a los diversos Enlaces que ponen en contacto con todo este fantástico mundo del Arte Naïf.
Inserto un video recopilatorio de pintura naïf

martes, 10 de marzo de 2009

Mis aficiones: la Fotografía


Aunque siempre he sido muy aficionada a la fotografía, no he conseguido dominar ese arte, ni tan siquiera poseer cámaras con muchas prestaciones tecnológicas, pero siento verdadero placer por hacer encuadres y hundir el pulsador de mi pequeña digital automática.

No salgo a la calle sin llevar conmigo mi cámara fotográfica. Nunca se sabe qué instante único podemos captar.

Si no fuera así, ¿quién entonces iba a creer que había un cocodrilo en la arena o que una vaca pastaba en el centro de la ciudad?



¿Quién va a creer, sin ver las fotos, que Fernando Quiñones sigue en La Caleta o que las gaviotas en la orilla siempre miran a un mismo punto?











¿Quién me creerá si digo que he visto fuego en el cielo y que he presenciado espectáculos fabulosos totalmente gratuitos?
Ahí están las fotos que lo corroboran.












De las muchísimas galerías de fotos que se encuentran en la red, remito a las que yo más frecuento y en las que, cuando entro en ellas, pierdo la noción del tiempo por la cantidad y variedad de fotografías de gran calidad que se pueden ver.

Galería TREK EARTH donde se selecciona el continente, país, región, ciudad...

Galería KEPGURU con fotos de alta calidad y variedad de temas.

Galería FOTOMÚSICA donde la diversidad fotográfica va acompañada de un fondo musical.

Galería PBASE que se actualiza varias veces al día con las galerías particulares de miles de fotógrafos. Hay que pinchar en Galerías y en las mismas fotos para que se desplieguen las colecciones.

domingo, 8 de marzo de 2009

La ciudad donde vivo: Cádiz


Aunque no nací en Cádiz, ni siquiera en Andalucía, vivo en esta marinera ciudad desde los cuatro años, por lo cual, sin olvidar mis raíces, estoy totalmente integrada en su vida y costumbres.
Mejor que hablar yo de este trozo de tierra, prefiero mostrar los tres videos que se editaron de Cádiz en la colección promocional "Andalucía es de Cine".