domingo, 30 de octubre de 2011

Musaka un tanto agridulce

Relacionado con el tema de la entrada anterior, tengo algún recuerdo menos agradable del último día de ese bonito viaje realizado por las islas griegas.

El circuito turístico finalizaba en Atenas.

Disponíamos de dos días para conocer la capital de Grecia. Poco tiempo para asimilar tanta historia concentrada en sus restos arqueológicos, pero razonable para tomar una idea de cómo es hoy aquel importante centro cultural de la antigüedad donde vivieron los más grandes artistas, escritores y filósofos.

El primer día nos lo tomamos libre para recorrer Atenas con un plano y a nuestro aire. Después de visitar la catedral donde se casaron nuestros actuales reyes de España, nos adentramos en el barrio de Plaka con sus calles estrechas casi intransitables por la cantidad de gente que había en las terrazas de los bares y restaurantes. Las tiendas de recuerdos estaban también atestadas y, quizás por ser domingo, los tenderetes de los rastrillos ocupaban plazas enteras. El ambiente del barrio era alegre y bullicioso.

Aún hicimos algunas compras, las últimas ya.

Siguiendo el plano llegamos a Ermou, una de las calles peatonales y comerciales más importantes de Atenas. Allí entramos en una preciosa iglesia bizantina donde estaban celebrando el culto dominical y observamos las costumbres curiosas.

El calor de ese día de junio era tremendo. Lo recuerdo porque cuando cruzábamos la plaza Syntagma o de la Constitución, la más céntrica y concurrida de Atenas, me faltó poco para meter los pies en una de sus fuentes y opté por rociarme el agua de la botellita que llevaba.

Llegando al edificio del Parlamento, que anteriormente fue palacio real, nos encontramos sin esperarlo con un interesante y multitudinario espectáculo: el cambio de la guardia presidencial que, como era domingo, se hacía con una ceremonia muy solemne. Bandas de música precedían a los soldados (evzones) que vestían falditas cortas blancas, gorros rojos y pompones hasta en los zapatos, que parecían zuecos.




Después de realizar sus actos protocolarios ante la tumba del soldado desconocido y marcharse igual de solemnes, fuimos a hacer la típica foto a los que quedaban de guardia en sus garitas de tejados azules.

La presencia del autobús turístico (similar al de Cádiz) nos dio una idea, pero nos decantamos por llevarla a cabo mejor con el trenecito. Y fue un acierto.


Por espacio de hora y media disfrutamos sentados y bajo techo de un largo recorrido, con paradas intermedias, por sitios emblemáticos de Atenas: zonas residenciales sedes de organismos estatales, zonas arqueológicas importantes, lugares olímpicos... y otra vez cruzamos los bulliciosos barrios de Plaka y Monastiraki a los mismos pies de la colina de la Acrópolis. Fue un paseo completísimo.


El segundo día de estancia en Atenas era ya último del bonito viaje por tierras y mares de Grecia, lo que producía cierta morriña. Este día fuimos en autobús acompañados todo el tiempo de guía turístico.

Abandonamos el barco muy temprano y comenzamos el recorrido por El Pireo. El famoso puerto de Atenas, a unos 8 kms de distancia, es toda una ciudad con las viviendas situadas en un promontorio rocoso donde todo gira en torno al mar.

Después de los recorridos panorámicos con paradas y explicaciones en diversos lugares representativos de Atenas, como los bellos edificios neoclásicos de la Biblioteca Nacional, la Universidad y la Academia de las Artes, nos quedaba por visitar el símbolo de la grandeza ateniense, visible desde cualquier punto de la ciudad: la Acrópolis.

En el mismo corazón de Atenas, la Acrópolis, ciudad elevada, es una monumental herencia del pasado. Emociona saber que aquello se construyó en el siglo V a.C. con los colosales talentos del estadista Pericles y el arquitecto Fidias.

Desde la explanada donde se quedan los autobuses, a mitad de la ladera, tuvimos que subir una empinada cuesta arenosa con un sol encima que nos derretía. La guía, bajo su sombrilla, explicaba y a los pocos pasos volvía a explicar. Perecía que no íbamos a llegar nunca arriba.

Junto al edificio de acceso nos advirtió de dos peligros: uno, los posibles resbalones debido a que hay que pisar las piedras de mármol que cubren gran parte del suelo, y otro, los frecuentes robos que se producen debido a que la masiva afluencia de turistas atrae a los rateros.

Tras las advertencias, por fin llegamos a lo alto de la colina y apareció a nuestra vista el famoso Partenón "la obra arquitectónica más perfecta de toda la historia", y allí a la izquierda el Erectión con las célebres Cariátides, y más allá...




Pero vino el primer resbalón para una compañera del grupo y me presté a atenderla, abanicarle, darle agua, ayudarle...
Cuando pasó el susto observé que mi bolso - en el que había metido y sacado cosas para atender a la compañera- estaba extrañamente abierto, por lo que me puse a revisarlo y ...¡horrooor!... me faltaba el monedero.

Lo que no me había ocurrido en toda mi vida tuvo que sucederme en lo alto de la Acrópolis de Atenas.

Me angustié momentáneamente porque aquella misma tarde partíamos para España y en el monedero sustraído estaba mi D.N.I. y varias tarjetas, y porque la guía, como decía que ya lo había avisado, no se inmutó por lo sucedido y siguió con sus exhaustivas explicaciones.

Afortunadamente conservaba el pasaporte y no tuve problemas en ningún aeropuerto, y en cuanto al dinero, muy poco había ya después de diez días de viaje.

Mi recorrido por la famosa Acrópolis, bajo aquel ardiente sol, lo pasé pegada al movil, luchando con la cobertura, telefoneando a Cádiz una y otra vez y anulando documentos.

Además, el Partenón estaba desagradablemente lleno de andamios y una valla prohibía acercarse a ver las Cariátides a distancia prudencial.

Evidentemente no disfruté en la Acrópolis.

Acabada la visita, antes de dirigirnos al aeropuerto, fuimos a comer a un restaurante cercano al arco de Adriano. No lejos quedaba también el monumento a la actriz Melina Mercuri, donde nos hicimos la última foto del viaje.

Todos pedimos la típica musaka griega con ensalada.

Fui invitada a comer con cariño y gusto, pero en esas circunstancias la musaka me supo un tanto agridulce.



P.D. En estos momentos deseo mucha suerte a Grecia para salir de su angustiosa crisis económica, como la deseo para todos los que estamos con el mismo panorama.

4 comentarios:

  1. Es muy triste ver como la cuna de la cultura de Occidente se hunde en las mas profundas simas de la decadencia. No solo la crisis financiera mundial, sino la corrupción interna han tenido que ver en este proceso. A los españoles nos conviene tomar buena nota.

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  2. La corrupción y la ambición desmedida de los que manejan y más tienen.
    Alejandro, gracias. Te seguiré en tu Blog.

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  3. Son muy exactos los relatos que haces de los viajes y por eso me haces vivirlos de nuevo.Podías dedicarte perfectamente a ser cronista de viajes y los harías sentir. Espero que sigas haciendo buenos recorridos por tantos sitios interesantes como hay y nos los sigas contando con esta claridad y este encanto.

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  4. Puri, muchas gracias por tu amabilidad y cariño de siempre.
    De los viajes me gusta escribir las anécdotas que sucedieron y los recuerdos personales, porque todo lo demás (datos históricos,etc)ya lo escribieron otros.
    Un abrazo.

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